Por: Frida Leal Medusa; nigromántica de los terrenos más obscuros. En qué desiertos va a encontrarte Perseo, en cuántas eras va a descubrirte insuperable con tus risos dormidos. Sostienes en tus manos la cabeza perdida que Perseo demolió con una espada blandida por un par de dioses que te temían.
¿Qué vas a hacer Medusa, cuando Perseo haya ganado la contienda? Tú, a quien nadie miraba a los ojos por temor a tus encantos, encantados los dejas. ¿Cuántos cabellos vas a sacrificar? ¿A quién vas a mirar ahora? Nadie contó tu historia Medusa, en la que te desnudas en partículas de polvo y te recreas sílice de mármol. Perseguida por Perseo y encontrada en el lugar debido. Se amaban con tan sólo oírse, dadas las circunstancias ¿A quién le contarás, Medusa, de tus afables tratos a Perseo? los masajes de cuarenta días y los cálidos besos en la frente. Acaso tu maldición te convirtió en la eterna infame. ¿Sufres Medusa? la única capaz de enfrentarte a él, el invencible Perseo, tesoro de tesoros, con sus dientes blancos, orejas pequeñas y lunares rojos que le dio la luna como premio de caballería y marcas de pureza. ¿Sabrá Perseo el poder que tiene sobre ti? cuán feliz te hace que te persiga, si bien sabes cómo te sueña y cómo te bebe y cuánto te anhela. Tu corazón, Medusa, es una piedra ajada, húmeda y jamás desenterrada. El de Perseo lo escuchas latir cuando pones tu cabeza sobre las almohadas que no son otra cosa que las alas de Pegaso cuando ambos lo esperan. A todas las noches que juntos se refugiaron en Pegaso y recorrieron infinitas galaxias ¿qué les harás? ¿qué harás con todos los momentos que pasaron uno más rápido que otro en el que tuviste que cerrar muy fuerte los ojos por no quererlo transformar? Cuando tus dedos y sus dedos resbalaban entre las estrellas y tu dedo índice calculaba la distancia entre uno de sus lunares y su abundante mechón ¿lo olvidarás Medusa? Por qué no dijeron a nadie lo que a hurtadillas hacían, lo mucho que se querían, por qué mentir, por qué. ¿Lloras Medusa? Tus lágrimas de arcilla penetran los campos de flores. Pero si tú ya estabas muerta, cada que Perseo al alba se marchaba; llorabas y te disolvías hecha lodo. Cada mañana y con cada mensaje plasmado en el cielo en donde él te daba los buenos días y no regresaba, vuelves a respirar Medusa y ya no eres una piedra, eres más como una niña, extrañando a tu caballero, cepillando a Pegaso. Cada que Perseo juega a perseguirte para ti comienza la vida, y viene con su cara perfecta y te besa y cuando la rotación y traslación de la tierra se detienen, en medio de la catarsis, de un tajo te corta la cabeza y la hace rodar victorioso. La levanta, sonríe con culpa y la resguarda en su armario, en su colección de Medusas.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
Literatura |