Por: Valeria Ramírez Durante los últimos 30 minutos el número de personas ha disminuido en la plaza central de Osborn. Es evidente que la noche ha avanzado un poco más. Me siento nervioso, impaciente y cansado... De mi chamarra saco y enciendo un cigarrillo, camino de un lado a otro mientras escucho Riders On The Storm. De pronto me viene a la mente Virginia Cooper la primera mujer que amé con un arrebato frenético…
¿Pero acaso había sido yo quién le amo? No, la respuesta había sido clara. Ella se había apoderado de este cuerpo débil e inofensivo. Me había atrapado con su sonrisa y con aquella mirada profunda y penetrante que emitían esos enormes ojos. Recuerdo la primera vez que la tuve frente a mí, no sabía que decirle, aunque sentía que estábamos conectados. Me había convertido en un esclavo de su presencia, del aroma que desprendía mientras emitía ligeros movimientos acelerando mi respiración. Después de un tiempo, la señorita Cooper me había inspirado odio, aborrecimiento y un desprecio infinito… Una mañana, mientras caminábamos por las calles pequeñas de Osborn, pasamos junto a una tienda de ropa, donde en el mostrador se encontraba un vestido rojo. Sí, sí, al parecer eran de esos vestidos importados desde…qué sé yo, ¡ese maldito vestido!, pensé…me había quitado lo más valioso que ella me brindaba. Sin embargo, fingí no estar molesto, aunque por dentro quería entrar y desgarrarlo por completo, no podía asimilar como es que algo material causaba en ella una distracción. Finalmente le pedí que entráramos. Ella, por supuesto, emocionada. Mirando su precio, sabía que no podría comprarlo, entonces y sólo entonces, se conformaría con verlo, sentí una enorme emoción al saber que jamás lo obtendría, y que a fin de cuentas, se olvidaría de él. Así fue. Ella pidió aquel vestido rojo y se lo probó. Quedé impactado al verla pues aquella prenda marcaba la figura escultural que Virginia poseía, provocando en mí el deseo de tenerla entre mis brazos, mirarla a los ojos y sentir ese impulso por tenerla, arrancarle el vestido con fuerza y matar aquella bestia en la que me había convertido al ver su cuerpo dentro de él. Sentía la necesidad de poseerla. Era hermosa e inocente con aquel vestido rojo. No dejaba de mirarla, tantas cosas pasaron por mi mente, hasta que ella preguntó,−¿cómo me veo? −Hermosa, te ves hermosa, dije. No sabía qué decirle, parecía un idiota frente a ella, realmente jamás había visto a una mujer tan bella como Virginia Cooper. La vi feliz… Después de un rato salimos de aquella tienda y ella no dijo nada al respecto; ¿qué clase de chica era? se suponía que debía decir algo, ¿no?, todas las chicas lo hacen al salir de una tienda de ropa, pero al parecer ella era distinta. En fin, seguimos caminando, hasta llegar a mi casa. Después de un largo camino, la invité a pasar y una vez estando en la sala, le ofrecí algo de tomar. Ella me pidió que pusiera algo de música y habláramos de nosotros, con gusto puse algo The Doors. Minutos más tarde en el hilo musical se escuchaba The end: “Cada vez que oigo esa canción, significa algo más para mí. Comenzó como una simple canción de despedida… Probablemente sólo a una chica, o podría ser un adiós a una especie de infancia. Realmente no lo sé. Creo que es tan compleja y universal en su idiosincrasia, que podría ser casi cualquier cosa que quieras que sea" ¿A caso había sido el mismo Jim Morrison quien había compuesto esa canción para mí? Comencé a recordar aquellas palabras del mismo Rey lagarto. De pronto en el minuto 12 se escuchaba I want to kill you, i want to kill you… Mi cabeza comenzó a dolerme, todo en mi daba vueltas, no pude más, me acerqué a ella, le miré a los ojos, tomé su mano y de pronto comencé a verla con aquel vestido rojo, fue extraño, ella rosó sus labios con los míos y dijo que me amaba, yo no sabía qué hacer, jamás había tenido contacto con alguna mujer y menos con una mujer tan bella como Virginia. La tomé de la cintura, y correspondí a sus labios, al abrazarla mi mirada se desvió hasta donde estaba la colección de lanzas de mi padre y de nuevo escuché I want to kill you acompañado de Father, I want to kill you… ¡esa estúpida frase! de pronto el reflejo de ella ahí estaba, comencé a sudar y a alejarme. Ella se acercaba a mí y a cada paso que daba me daba un vuelco al corazón. Comenzó a desnudarse, dejó caer toda su ropa sobre mí y podía sentir como aquellas prendas íntimas pasaban por mis piernas y caían a nuestro derredor, hasta enloquecerme, la besé como nunca y de nuevo la vi con aquel vestido rojo, quise arrancarlo pero no podía, ella gritaba y aceleraba mi corazón, mis manos recorrían su piel mientras desprendía un aroma tan dulce, besé sus pechos que lucían muy bien en aquel escote y quise ver de nuevo esa figura escultural, pero el maldito vestido no me dejaba, entonces tomé la navaja que estaba a lado mío para arrancárselo y ella gritaba cada vez más fuerte. Recorrí su cuerpo con aquella navaja y veía como su prenda caía, − ¡estás loco! Gritaba asustada, la tomé de las manos y besé su cuerpo tan suave. Se alejaba, me decía que la dejará ¿pero por qué? Si ella era quien se había desnudado frente a mí y me amaba, ¿acaso me había mentido? No podía soportar como es que después de decirlo quisiera alejarse, así que tomé una lanza de la colección de mi padre y la clavé con fuerza en su pecho. La sangre de Virginia recorría su cuerpo desnudo, entonces corrí a la cocina en busca de un frasco y lo llené de su sangre y para conservarlo, lo guardé en el refrigerador, tenía que estar tan fresca como ella. Al poco rato, la tomé entre mis brazos y la llevé a mi habitación. En donde ya cansado pasé toda la noche con ella, estaba feliz, por fin le había dicho que la amaba. A la mañana siguiente me di cuenta que ella era la mujer de la perdición, aquella que no tenía alma. Sentí unas ganas infinitas de poseerla con aquel vestido rojo y gritarle cuanto la odiaba. Bajé a la sala y tomé el frasco lleno de sangre, le hice aquel vestido rojo que tanto le había gustado. Por fin, Virginia Cooper era mía y para conservarla siempre a mi lado, la arrastré hasta el sótano, cubriéndola con sábanas blancas. Sabía que ella ya no podría alejarse de mí… Han pasado treinta minutos y espero ansioso a Virginia Cooper y de nuevo viene a mi mente Riders On The Storm.
1 Comentario
Giovanny
4/10/2016 11:41:08 pm
Me agrado el cuento, hablar de música como de "The Doors" genera un ambiente dentro de la lectura. Pero lo importante es la intensidad de la secuencia de lo escrito. (Y) =)
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